Coca machucada: Pequeñas empresas de Santa Cruz transforman la hoja de coca en un energizante de sabores
Martes, 02 de mayo, (Yungas Noticias).- La hoja de coca, que se mastica como energizante natural en Bolivia, ha experimentado un cambio en su textura y sabor gracias a una iniciativa de pequeñas empresas de la ciudad de Santa Cruz.
La hoja machucada y saborizada es ahora el producto estrella de decenas de pequeñas empresas de la capital económica boliviana.
Los clientes prefieren la hoja machucada y mezclada con endulzantes de sabores, según Luis Vásquez, un empresario de 23 años que fabrica y comercializa la hoja saborizada en su planta El Dogor.
La coca es una planta estigmatizada en Bolivia debido a su relación con el narcotráfico. La materia prima de la cocaína se extrae de esta planta, que crece en los valles del país.
Sin embargo, siglos atrás, las láminas verdes con finos tallos se consumían como energizante natural en la región andina. En Bolivia, se mastica más que se digiere, aunque también hay infusiones de la hoja verde.
En El Dogor, la labor para transformar la hoja en una suerte de goma de sabores es ardua.
Una veintena de jóvenes se distribuyen las tareas de separar las hojas de los tallos, cernirlas, mezclarlas con bicarbonato y endulzantes artificiales de limón, maracuyá, banana, frutilla, mango, piña o cedrón. Las láminas troceadas y saborizadas se meten en bolsas transparentes verdes. Los empleados las machucan con martillos sobre troncos de madera para ablandar la hoja.
La coca machucada El Dogor se exhibe en tres grandes escaparates para la venta al menudeo, a un precio de 4,3 dólares por cada unidad de 4 onzas (unos 113 gramos).
Los clientes la comparan con un condimento para la comida y señalan que, al estar machucada, se disuelve mejor en la boca.
A pesar de la relación de la coca con el narcotráfico, la estadística oficial señala que uno de cada tres bolivianos mastica la coca o la emplea con fines medicinales y rituales.
Hasta el año pasado, en Bolivia había 30.500 hectáreas de coca, de acuerdo con una estimación de Naciones Unidas.
El Estado autoriza el cultivo de un máximo de 22.000 hectáreas para los usos descritos. El excedente, en teoría, alimentaría el narcotráfico.